Una pregunta frecuente que suelen hacerme muchas veces cuando comento, luego de, en muchos casos, conocerme y conocer mi larga trayectoria en el mundo de la informática, es acerca de cuál es el sentido de estudiar una carrera como Derecho que, para ellos, es ajena al rubro tecnológico. Veo en sus rostros cual ceja levantada y la otra fruncida la incertidumbre que les provoca encontrarse ante dos caminos que parecen ser muy diferentes, caminos separados uno de otro. Es lógico, lo comprendo en quiénes quizás no están familiarizado con ninguna de ellas, pero me ha sorprendido, en algunos casos, en cuyas personas abordan el mundo de las TIC y que, sin saberlo, han aplicado la ética y los valores morales, pilares fundamentales del derecho, las soluciones que se han requerido en cada caso ya sea con motivos personales o profesionales.
Sin mayor uso del tiempo del lector voy a exponer brevemente en mi caso particular, que años después me llevó a pensar el porqué de elegir ambas carreras en mi vida. Es anecdótico, pero viajo unos años atrás cuando me doy cuenta que la razón por la cual me formé en el rubro de la informática fue un hecho de injusticia vivido. Era un adolescente curioso y con una computadora nueva (básica, muy básica), en la cual, en esos tiempos con contábamos con Internet y para un estudiante de secundaria lo mejor que uno podía tener era el “Encarta” una enciclopedia digital que venía en formato de cd o dvd y eran varios para completar la instalación. Producto de la instalación de ese software fue que se creó un perfil de usuario en la pantalla de Bienvenida, la clásica ventanita con una foto estándar la cual debía hacerse un click para iniciar el escritorio. Algo que previo a la instalación no tenía mi pc. Al intentar eliminarlo, solo por el simple hecho de evitar ese click, acudí a borrar el acceso a ese perfil, con lo cual, en la PC familiar, nadie podía ingresar luego. Víctima de mi inocencia decidí salvarme de culpa aludiendo no saber que podía estar sucediendo. Fue entonces que mis padres decidieron llamar al técnico y fue ahí donde se cometió el aberrante acto de formatear la pc acusando a un virus de haber infectado el sistema operativo. Sentido de Injusticia. Era una práctica habitual de los técnicos en esa época. No los culpo, de hecho, creo que la pasaban bien, dado que éste se quedó almorzando con la familia mientras hacía toda la reinstalación del Windows XP que por aquellos años duraban al menos 2 horas. La conclusión es que esto fue lo que me impulsó adentrarme al mundo de la informática y a tomar los primeros cursos de reparación de PC, que en principio fue para evitar recurrir a estos tipos actos, como así también a corregir aquellos problemas que yo mismo pudiera generar, prometiendo a mi mismo evitar estas prácticas fraudulentas.
Es en este punto en el cual vemos a esos dos caminos cruzarse. En el vínculo que necesariamente necesita la tecnología para evitar sucumbir ante manos equivocadas. Es una utopía, claro está dado que la historia está marcada por hechos que dieron lugar a atrocidades cometidas por nuestras propias decisiones en las cuáles prevaleció el hecho de demostrar poder ante otros que priorizar la vida y la dignidad humana. En dónde se discute lo ético con sentido subjetivo y no objetivo, porque era ético hacer lo que se hizo para culminar un conflicto bélico, pero no carecía de ética moral si afectaba los derechos fundamentales del hombre. En el fondo todos sabemos que en caso en dónde faltó ese sentido común que nos caracteriza como seres vivientes pensantes y dominantes del mundo persiste una sensación de injusticia. Entonces, es en esta simple y última palabra, donde entra a debatirse la dignidad del hombre, la Injusticia. Es decir, que a los actos realizados en virtud de los cuales se vieran perjudicadas las vidas humanas de alguna manera, se consideran injustos. Lo justo entonces es evitar que este tipo de actos sean cometidos nuevamente, y es ahí dónde prima la razón del Derecho, la razón de la Justicia. Es cuando se establecen reglas y leyes, normas y penas para quienes atenten contra lo establecido. Es ahí donde ambos caminos conectan en un punto para converger en la misma línea recta de avance y de la cual, en principio, no deberían separarse jamás una de otra. De manera metafórica podría pensarse al Derecho, como las señalizaciones del recorrido tecnológico pensándolo como una carretera, mostrando cómo debe ser conducido ese camino. Lo que está bien y lo que está prohibido. Cumpliendo ese rol de agente de tránsito pero que, a su vez, paradójicamente, también debe ir mutando a medida que la tecnología avanza. Es un trayecto de crecimiento mutuo, pero que para el Derecho se torna un poco más complejo, dado que, por lo que marcan los antecedentes, va un paso atrás y buscando adaptarse a los cambios que va experimentando el mundo tecnológico, pero que no puede perderle pisada, dado que es ahí cuando no está presente, que donde se vulneran derechos, leyes y normas. Es un trabajo arduo y minucioso el cual deben afrontar los juristas más capacitados para hacer valer el sentido de la palabra Justicia ante hechos que parecen atentar contra los derechos de otros. Son esas lagunas del derecho, esos grises donde se discute por ejemplo que en un sitio web se permita que usuarios compartan todo tipo de información o archivos multimedia y alegando que en realidad sólo provee servidores para almacenamiento y que no infringe delito alguno. Entrando en este terreno, se comienzan a plantear muchos interrogantes acerca de las responsabilidades de los actores de los cuáles quisiera plantear algunos como por ejemplo ¿es más responsable un adulto de permitir que su hijo/a menor de edad a que suba todo tipo de contenido a una red social sin controlar lo que sucede o es de la persona que utiliza esa información para hacer un daño? ¿Hay sólo un culpable? Estos cuestionamientos pueden debatirse largamente, pero claro está que hay leyes que protegen nuestra información personal y que poseen las penas necesarias respectivas de cada caso. La cuestión del asunto es que hoy en día es más evidente, en mundo globalizado y comunicado enteramente gracias al internet y su crecimiento, a la aparición de las redes sociales y los servicios de mensajerías. Y ahora con el boom de la inteligencia artificial insertada en cada aplicación de nuestra vida cotidiana y cuyo uso en muchos casos parece convertirse en algo habitual. Tan habitual que pueda llega a confundir desde la imagen o voz de una persona a otra hasta incluso como el simple hecho de poner en duda si este artículo fue realmente redactado por mis dedos o bien el resultado de un texto originado o mejorado por la IA. Esto puede resultar extraño pero actualmente es un problema que a mi parecer van a enfrentar a muchos profesionales y que obligará a utilizar herramientas que permitan detectar la utilización de ésta tecnología. No sólo por el simple hecho de ser utilizada para tomar un atajo, sino que influyen en la mismísima capacidad de las personas a utilizar el camino del razonamiento, de su estimulación para explotar todo el potencial humano y creatividad para poder resolver problemas futuros.
Mas allá de esto, no todo es negativo. La IA llegó para quedarse, el mundo debe adaptarse a esta nueva herramienta ha mostrado ser muy útil y optimizar muchas actividades permitiendo un uso mas efectivo de nuestro tiempo. Pero claro está que todo debe tener un límite, debe estar reglado y las empresas, por ejemplo, deben saber proteger su patrimonio, su información y sus recursos teniendo en cuenta que la esta tecnología avanza y sigue sorprendiendo con los avances que se muestran a medida que pasa el tiempo. Es ahí dónde emerge el Derecho, es ahí donde vuelven y deberán a aparecer nuevas señalizaciones en la carretera por el cuál transita la tecnología con el fin de abogar cuando esta exceda el limite permitido y no se vuelva un riesgo para la humanidad. Es este el fin de la Justicia aplicado a la informática, el de proteger nuestros derechos regulando los vicios que la misma pueda tener, debatiendo, discutiendo y gestionando los alcances de la misma para poder proyectar nuevas reglamentaciones fundadas en nuestro mayor precepto que es el respeto ante la dignidad humana.